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SANTIAGO AUSERÓN SENTENCIA...

SANTIAGO AUSERÓN SENTENCIA...

Santiago Auserón El músico en libertad

EFE EME | 03/06/2008

Con su nuevo disco –Canciones de Santiago Auserón con la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics–, Santiago Auserón abraza completamente la independencia: su productora, La Huella Sonora, pasa a ser su propia discográfica. Así, una de las grandes leyendas –aunque a él no le gusten estos adjetivos, es una leyenda– del rock español, se sale una vez más de la foto, como ya hiciera cuando refundó Radio Futura, cuando dio por acabada esa misma experiencia o cuando se reinventó como Juan Perro. Santiago Auserón hace tiempo que aprendió que lo suyo es la libertad artística y personal, el no atenerse a las reglas del juego establecidas. Probablemente no pretenda ser un ejemplo para nadie, pero también lo es: Los músicos de este país siempre están atentos a sus pasos, a su obra, a sus palabras.

Texto: JUAN PUCHADES.



Hace ya un par de temporadas, Santiago Auserón, recuperando su nombre real y aparcando temporalmente a Juan Perro, se embarcó, una vez finalizada la travesía de la gira Las Malas Lenguas junto a su hermano Luis, en una nueva experiencia: dejar que parte de su canciones –tanto de Radio Futura como de Juan Perro– fueran reinterpretadas por el músico, arreglista y productor Enric Palomar, experto en trabajos de música clásica y contemporánea, para ser puestas en pie en directo por la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics de Barcelona. Una banda de metales que aporta nuevos y sorprendentes bríos a canciones que los seguidores de Auserón ya conocemos en sus lecturas originales. Así, este músico poco dado a las ataduras, se sale una vez más del papel que se puede esperar de él.
Ahora, la grabación de uno de esos conciertos se publica en formato de disco, y en descarga digital, dando comienzo a un nuevo capítulo en su quehacer profesional: autoeditarse desde su propio sello, La Huella Sonora.


Santiago, aunque quede feo, empecemos hablando de dinero: El disco, en descarga digital, lo habéis lanzado a un precio fantástico, sólo seis euros.
Sí, ya que el medio está por definir, vamos a tratar de hacer pruebas lo más ajustadas posible. Hemos trabajado controlando mucho los gastos, todos los colaboradores se han portado muy bien, entendiendo el objetivo de salir a la calle con los gastos lo más controlados posible y que el público lo note. Sobre todo en el terreno de la descarga digital, la idea ha sido salir a un precio equivalente a lo que puede quedar de una descarga a través de los distribuidores grandes.

Pero al comprador, desde vuestra web, le sale bastante más barato que en las tiendas digitales.
Lo que hemos intentado es que salga aproximadamente a lo que nos quedaría a nosotros después de venderlo en una de esas tiendas. De hecho, en esas tiendas nos quedaría menos de ese precio.

¿Pretendes probar fórmulas para ver por dónde puede evolucionar el mercado?

No, más que probar lo que hay que hacer es ir asentando territorios y abrir canales que puedan ser duraderos. Nosotros pensamos que hay que asentarse en el terreno de la autoproducción y de la autogestión con un equipo pequeño que, con el tiempo, sea capaz de defender sus salarios. Y de ajustar un poco los precios de la autoproducción basándose en el directo, creemos que ése es el territorio más estable para abrir camino futuro. A partir de ahí, las pruebas que se vayan haciendo, la evolución que vaya teniendo la distribución de música, sea digital o física, que tenga siempre una base en la que se pueda apoyar. Creemos que esa base mínima se puede sostener a lo largo del tiempo, aunque dependerá de las posibilidades del directo, del alcance que puedan tener las producciones. Hoy en día la grabación en directo se ha abaratado mucho y disponiendo también de un estudio casero, relativamente dotado de una infraestructura profesional, se puede hacer frente al porvenir, tratando de no volverse loco con las fórmulas. Porque todo esto de estar regalando falsos regalos que luego se transforman en fórmulas mágicas de ingresos fabulosos es nerviosismo en un medio que está en transformación. Nosotros queremos situarnos en una base estable que tenga sentido a lo largo del tiempo, sean cuales sean las transformaciones venideras, e iremos viendo. Por la experiencia, creemos que la descarga digital en España no es muy significativa todavía, porque la gente que descarga de verdad consume determinado tipo de música, quizás no del perfil artístico en el que estamos nosotros. Vamos a asentarnos en el terreno de la descarga digital sin demasiadas pretensiones y darle tiempo a que se desarrolle sin prisas, paso a paso. A la vez, iremos viendo cuándo y cómo conviene editar soportes físicos cuidadosamente elaborados para que el público coleccionista tenga también otro tipo de formato, porque no creemos que vaya a desaparecer completamente el CD, como de hecho el propio vinilo no ha desaparecido, y está volviendo a circular de nuevo.

Sí, es un fenómeno curioso, sobre todo porque fue la propia industria discográfica la que mató al vinilo. Todos recordamos aquella operación: matamos ese soporte y vuélvete a comprar los mismos discos en este nuevo formato, porque éste es el soporte del futuro.
Llegó un momento en que los soportes estaban en alza especulativa, por decirlo así, y se especulaba con el CD, con el DAT, con los diversos soportes digitales. No olvidemos que entre las grandes empresas hay contactos con los fabricantes de equipo, de ahí vino la operación del CD.

Claro, y luego fue Sony, que también era una discográfica, quien fabricó el primer copiador de CDs doméstico…
Exactamente, que también era productora de aparatos de reproducción. Es decir, todo proviene de las mismas empresas y de los mismos monopolios. Al final, todo está conectado. El CD ha sido históricamente una transformación muy importante, porque digamos que el paso del vinilo al CD es, en cierto sentido, responsable de una parte de la crisis actual: la duplicación del catálogo en CD generó fortunas tan grandes que acostumbró a las multinacionales a unos ingresos tan brutales que crearon estructuras que no se adaptan con facilidad a los cambios y, sobre todo, al desarrollo de la descarga y de la reproducción libre. No se puede mantener el nivel de ingresos que produjo el paso del vinilo al CD, porque es que duplicaron el catálogo mundial.

Fue uno de los grandes negocios de la historia, de la música sin duda.
Y comparativamente con otros negocios también. Se podría comparar al tráfico de armas o al tráfico de drogas [risas].

Lo más increíble es que nos vendieron lo que ya teníamos.
Exactamente, nos vendieron lo que ya teníamos. Es verdad que hasta cierto punto es un formato más manejable, pero nos lo vendieron también como si fuera una panacea indestructible, por el que no pasa el tiempo, de una calidad muy superior, y eso es muy discutible. La grabación en CD también se deteriora, el formato no siempre es práctico y en cuanto a calidad, la comparación del digital con el analógico todavía… todavía se puede discutir. Cuando pones un “plástico” en casa, con lo hosco que es el mecanismo de reproducción, que es por puro roce… el plástico se agradece porque el sonido que proviene de un vinilo ocupa el espacio de otra manera, y llena de calidez la habitación. Mientras que el “muestreo numérico”, comparativamente, tiene una cierta frialdad. Creo que no está dicha la última palabra en cuestión de soportes, es evidente que la digitalización se impone porque ya se liga con todo el medio informático, pero eso deja lugar a que quizás la evolución de los formatos ya no tendrá que ser en un único soporte impuesto masivamente, sino que a lo mejor en determinados sectores de aficionados se pueden poner a prueba formatos del pasado y nuevos, en relación a los usos. Esto puede dar lugar a la convivencia de varios tipos de soportes.

Uno de los grandes errores del CD fue lo que se perdió en obra como conjunto, incluyendo los centímetros de portada que se evaporaron y que convertían al vinilo en algo único.
Era una superficie visual que permitía una comparación con otros objetos, una superficie impresa, un cartel. Tenía un carácter plástico en el sentido amplio, que luego el CD reduce.

Es la diferencia entre la concepción del disco como mero producto de consumo o como producto cultural con unas características específicas y definitorias.

Claro, pero todo está en la urgencia por masificar un producto, la industria del disco ha dependido siempre de la posibilidad de dirigirse al mercado más amplio posible, excitado por la publicidad masiva para generar el máximo de ingresos en el mínimo de tiempo. Si consideramos la evolución de los formatos musicales, de la mercancía musical, no sólo como un tema mercantil, sino también cultural podemos comparar los diversos formatos de registro de la música con los libros o con otros objetos culturales y ver cómo aguantan el paso del tiempo. Porque con el libro pasa un poco lo mismo, la digitalización informática va a presentar nuevas soluciones, ya están ahí las formas de leer en pantallas electrónicas que pueden ser muy transportables, casi como un libro. Pero la pregunta es si la lectura en pantalla es lo mismo que la lectura en papel, lo mismo va a ocurrir con los discos. Pienso que habrá formatos que tiendan a la masificación y formatos que tiendan a la especialización. Nosotros hemos optado por empezar a buscar en los que respondan al público más fiel, es decir, a la especialización de la gente que nos sigue con el tiempo. No podemos dejar de atender a la independencia que nos da la descarga digital y la creación de una plataforma web en la que hemos puesto todo el interés en este primer paso, pero, al mismo tiempo, queremos preservar el objeto cultural: una mercancía que tenga valor cultural, que tenga tacto, que tenga cierta presencia, que esté elaborada con cariño para que el que la quiera guardar la pueda tener en su casa y que esté justificado el espacio que ocupa.

¿Tú, como creador musical, cómo vives que un disco tuyo, tu obra, se transforme en unos archivos informáticos. Eso de llevar 30 años haciendo discos y que ahora el disco sea una carpeta archivada en un ordenador?
[Risas] Si se redujese a eso me sentiría un poco desasistido, debo reconocerlo, por el momento. Porque yo mismo soy perezoso con las fuentes informáticas. Si he de ser honesto, no descargo música, voy a la tienda a comprar CDs, pero mis amigos y todos los músicos con los que trabajo descargan música continuamente, y ya no se preocupan tanto de la música como álbum, como colección de canciones, sino de la canción individualizada. Mis amigos músicos, de muy diversos géneros, rockeros, jazzeros o de música culta, cuando necesitan un tema, lo buscan, se lo descargan y, poco a poco, van acumulando temas favoritos. Hay otra gente que está loca por tener todos los archivos del mundo metidos en un disco duro, lo que no tendrán nunca es tiempo para escucharlos. Eso de individualizar las canciones está bien, es volver a poner los pies en el suelo.

¿Tú crees?
Sí, hasta cierto punto es bueno. Y, por otro lado, tampoco creo que haya que renunciar al álbum, al concepto de una serie de temas que en el tiempo reflejan una parte de tu búsqueda y que para el oyente, para el aficionado, se nos transforman –hablo también como aficionado– como en un paisaje mental y sonoro de un creador o de un equipo de creadores que se desarrolla en un cierto periodo de tiempo. O sea, que el álbum también tiene unidad, pero la unidad fundamental es la canción, y la pregunta a la que hay que seguir respondiendo es para qué sirve una canción y en qué contexto se mueve y por qué va a sobrevivir a estos cambios de civilización siendo un medio que tiene miles de años de existencia, siendo que es un medio por sí mismo. Porque la canción es un medio de comunicación, es un aparato en sí mismo, está hecho a medias entre herramientas sonoras y anatómicas, el cuerpo de los intérpretes y de los oyentes. La canción de por sí es un medio, y hoy en día, desde hace un siglo o casi un siglo, es un medio inserto en otros medios de comunicación, pero de por sí es un medio de comunicación.

Te estás introduciendo en la independencia más absoluta, porque eres tu propio manager, aunque tienes quien te busca los conciertos, pero tú diriges tu carrera. Y ahora también editas tus propios discos. ¿Por qué?

Trato de mantener la iniciativa para no estar condicionado por circunstancias que pueden frenar la inquietud de la búsqueda musical, que pueden, en cierto momento, incluso, quitarte la ilusión por esa búsqueda. Es decir, yo le tengo miedo al hecho de que se transforme en algo tan pesado el tener que hacer canciones y difundirlas que acabe aburriéndote. Hablar siempre de las mismas cosas con la misma gente, caer en las mismas situaciones a lo largo de los años… pasa una década y otra y otra, y seguimos en las mismas. Todo eso me parece muy aburrido y triste, y a nivel personal me rebelo contra ello, no quiero perder la ilusión por el hecho de hacer canciones y de pensar en torno a la música.

¿Recuerdas aquel título de una casete de Los Cardiacos, antes de que grabaran en serio, sería en el año 79, que se llamaba Las discográficas no dan la felicidad?
[Carcajada] ¡Los Cardiacos de León! Gran banda. Está muy bien puesto eso. Desde finales de los 60 ya podía darse uno cuenta que todo el impacto de la música de los 60 y primeros 70, y la expansión industrial enorme a escala planetaria que tuvieron los discos entonces, había entrado en un periodo de decadencia muy serio. Ya todas las iniciativas de las independientes habían caído en manos de las “majors”, y las “majors” a su vez formaban monopolio con las grandes empresas de comunicación. En realidad, los discos nacieron para alimentar a las radios, para alimentar la publicidad en las radios y luego en la televisión. Y a su vez, las cadenas de televisión y de radio formaban parte de las grandes empresas de comunicación que tenían intereses muy ligados con el poder político-militar a gran escala. El problema de las comunicaciones siempre acaba vinculándose con el control de las masas, de la macroeconomía y de los intereses político-militares a gran escala, no nos engañemos. Toda la industria de la cultura deriva de ahí, lo que sucede es que no se limita a esos usos, y no quiere decir que haya luego otras vías. Todo el poder de transformación de la música afroamericana en el siglo XX surgió porque echaba chispas la cultura en la calle, había una necesidad de expresión y porque se producían encuentros de culturas que estaban enfrentadas en todos los demás aspectos, y sin embargo en el terreno del baile y de las canciones ligaban bien. Es muy contradictorio, pero es bueno que asumamos esas contradicciones para hacernos cargo de lo que pueda venir de aquí en adelante. ¿Podemos, los que hacemos canciones y los que consumimos canciones como aficionados, independizarnos totalmente de los medios de comunicación? Dependerá de la evolución de Internet. Ni podemos ni debemos pretender independizarnos por completo de la realidad social, de lo que es el tejido de las comunicaciones en sociedad, pero lo que sí podemos al menos es no tragar siempre por los condicionamientos de la comercialidad a gran escala. Porque eso ya ha demostrado que conduce al empobrecimiento cultural y a la desilusión del público y de los que hacen canciones.


EL COMPROMISO CON LA CANCIÓN

¿Asumes que artistas como tú, y como muchísimos creadores españoles, una vez casi cerradas las puertas de la radio comercial, las de la televisión cerradas hace décadas, prácticamente sólo os quedan las páginas de cultura de los diarios e Internet?

Sí, y alguna revista especializada, pero es así, sí. Y el contacto directo con el público siempre que se pueda mantener un cierto nivel de presencia en el circuito de directo.

Pero es casi una pelea cuerpo a cuerpo.
Sí, prácticamente. Y algunos todavía estamos favorecidos por el hecho de que haber sido muy famosos en un tiempo ha permitido mantener un circuito de fieles que transmiten el interés a sus hermanos pequeños o a sus hijos y que eso nos sigue dando trabajo en directo. Pero, bueno, para que ese interés no se agote va haber que trabajar muy duro ahora.

¿Lo asumes?
Sí, claro, no queda más remedio. Pero lo que hay que asumir es el compromiso con la necesidad de hacer canciones, de poner música a tu lengua pase lo que pase, aunque tengas que acabar cantando en la calle. Por otro lado, todos tendríamos que asumir que el ser un cantante, un músico, un artista o miembro de un grupo, no tiene por qué conducir al éxito inmediatamente, ni a la riqueza. Ésa es una figura que hemos heredado de los mitos del cine y del pop concebido por la gran industria y todavía hoy se generaliza esa, digamos, ética de la música popular a través de ideas como Operación Triunfo y todo eso. Pero engañar a los jóvenes haciéndoles creer que pueden pasar del iniciarse en la canción al triunfo, al golpe de fortuna definitivo que te convierte en un inculto millonario creo que es un engaño que intentan mantener los medios que se enriquecen muchísimo más que los propios cantantes que salen de esas fórmulas. Ese engaño social hay que desmontarlo. Tiene que haber música ligera, siempre la habrá, tiene que haber música culta, siempre la habrá, tiene que haber muchos géneros de canción, debe haberlos, deben convivir, lo que no puede ser es que una sola ética de producción de canciones se imponga, barra a todas las demás y cierre el camino. Eso no se debe consentir y es un poco una tarea de todos el no consentirlo. Lo que te decía antes, los que estamos favorecidos por la suerte porque hemos sido famosos en algún momento y podemos todavía funcionar y dar guerra aunque sea con muchísimo trabajo, tenemos esa suerte. Pero la cantidad de grupos y solistas nuevos que hay en todos los pueblos y ciudades de España, con un nivel de formación mejor que el que teníamos nosotros cuando empezamos, con más medios, pero sin ningún canal, sin ninguna vía para darse a conocer ni en su propio barrio, porque les cuesta dinero tocar en los bares. Esto es un freno cultural muy peligroso para una sociedad. Una sociedad sin canciones vivas se embrutece, se empobrece mucho culturalmente, la canción va a seguir siendo necesaria para transmitir ideas de una manera más rápida que otras formas culturales y sin tener que pasar necesariamente por la universidad. La canción es un pequeño objeto mágico que condensa muchas tradiciones y que transmite pensamientos muy veloces y que son a la vez emociones, que no necesitan de una lógica pesada para explicarse. Cuando tienen calidad, un germen muy sencillo es capaz de transmitir muchas cosas. Pero no hay que confundir la sencillez con la simpleza manipulada. La sencillez de una fórmula popular cuando nace de algo que tiene fuego, que tiene chispa, es maravillosa y le transmite igual a los cultos que a los menos cultos.

Tú siempre has buscado la sencillez en tus canciones, aunque partas de la elaboración, ¿no?
Hasta cierto punto, yo estoy en un territorio un poco fronterizo porque mi oficio es el de escritor de canciones y el de cantante, pero a la vez sigo siendo un estudiante vocacional de filosofía, es un vicio privado. Soy amante de las letras. Mis compañeros del medio a veces me ven como un tipo pretencioso que intenta meter en el pop algo que no corresponde, un rollo universitario o académico. Yo no lo vivo así, lo vivo simplemente como una pasión que me motiva y por la que me dejo llevar siguiendo los impulsos: me apasiona esto, me apasiona lo otro. Necesito pasar de las canciones a la reflexión, a la literatura, una cosa alimenta a la otra. Mi taller esta formado por esa especie de triángulo entre literatura, música y reflexión. Es mi caso particular, no se lo tengo por qué vender a nadie como la panacea cultural. Ya te digo, por inspiración espontánea un solista o un grupo puede encajar una idea que tenga gancho y magia a la vez, pero pretender producir sencillez por fórmulas calculadas, premeditadas para que alcancen a la mayoría sin que medie la inspiración espontánea, eso es un engaño social que no debemos tragarnos. Las canciones han de tener algo de magia, que expresen cosas que salgan de la tierra, de las calles, de los pueblos, de las ciudades, que tengan el color del ánimo de la gente. Que transmitan algo más que fórmulas tecnificadas o pequeñas reglitas para hacer una canción ajustando el minutaje en que tiene que aparecer el estribillo y cuántas veces se tiene que repetir, etc., etc., que es como proceden quienes componen hits prefabricados.

Pero, a la vez, sabiendo que tu intención no es producir hits prefabricados, intuyo que las tuyas nacen de una profunda reflexión, es decir, que no llegas a ellas en cinco minutos.

Suelo ser muy lento. Es decir, cuando decías antes que busco la sencillez, es verdad, busco, aprecio, valoro y disfruto la sencillez en las canciones cuando se produce como una chispa de inspiración, y a mí me gustaría llegar a eso. Ojalá me salieran todas así, lo que pasa es que como no me contento con las canciones que ya están hechas, cuando ya están hechas y me gustan, pues ya están hechas, pero veo que en mi lengua y en mi medio cultural hay muchas cosas por hacer. Me divierto investigando otras posibilidades, en posibilidades de la tradición contrastadas con la modernidad, en posibilidades de otras músicas cercanas, fronterizas con el rock. En esa búsqueda, pues claro, a veces especulo, teorizo y me busco la vida como puedo, y a veces intento canciones que parten de una intención algo especulativa, un poco teórica, y unas aciertan y otras fracasan o se quedan a medio camino. Pero asumo todos esos niveles de resultado. Me gustaría llegar a ser lo más claro posible, pero sin renunciar a la búsqueda.

¿Cómo ves cuando una de tus letras acaba en una antología –recientemente ha salido una seleccionada por Silvia Grijalba–. Ves la letra coja sin la música?
Primero debo reconocer que me siento halagado de que Silvia Grijalba, que es una mujer con juicio, inteligente y perceptiva me incluya en una antología así. La lectura de las letras separadas de la música no siempre se sostiene, y estoy hablando de mis propias canciones, y a los otros les pasa lo mismo, yo creo. Pero sirve como documento para repasar todo un periodo, de qué tipo de letras se están haciendo en España en los últimos quince o veinte años.

Bueno, Santiago, nos hemos desviado del objetivo primero, porque como hubiera dicho Umbral hace rato, tú has venido a hablar de tu disco. Un disco que es como la muestra de un trabajo excepcional realizado durante una larga gira junto a la Orquestra del Taller de Músics de Barcelona y Enric Palomar, ¿cómo surgió este proyecto?
Surgió porque el Taller de Músics celebraba su 25 aniversario de existencia como escuela de música independiente, en el año 2005. Entonces, le encargó a Enric Palomar, que estaba escribiendo música, arreglando y haciendo producciones con el cantaor Miguel Poveda, que hiciera un arreglo de “La negra flor”. Enric lo hizo, y cuando montaban una fiesta en la sala Luz de Gas, en Barcelona, me llamaron para ver si quería cantarlo. Me acerqué a un ensayo y me quedé alucinado: Una orquesta de chavales jóvenes tocando una “Negra flor” que venía como de otro planeta musical, pero que reflejaba muy bien la Rambla y sus colores, los paisajes y los personajes de la canción. Era como la película hecha por otro, pero era la misma película, yo reconocía la canción en el arreglo y me apetecía meterme en ello. Me apetecía cantarlo, veía que yo vivía la misma historia de la canción, pero en un paisaje un poco más amplio y más profundo, con más colores, más matices. Y, sobre todo, me impresionó el contacto directo entre un maestro culto, joven, que se dedica a componer óperas, ballets y sinfonías, que reconocía haber sido fan de Radio Futura y haber seguido de cerca la carrera de Juan Perro, que conocía todas las letras, y una orquesta joven que salía prácticamente entonces de las aulas del Taller, pero que tocaban un tema con los papeles delante a la primera lectura prácticamente, y que sonaba muy conjuntada y muy vigorosa. El misterio estaba en que esa orquesta ensaya semanalmente. En España mantener una big band ensayando de continuo es imposible, si no es en base a una institución así. Cada vez que otros músicos necesitan una big band, se la juegan con una tarde de ensayo, porque es imposible.

Es imposible mantener una formación estable de esas características.
Totalmente imposible. Yo noté esa sonoridad fresca y la visión lúcida de un músico culto al que no se le caen los anillos por arreglar “cancioncillas”, canciones populares, y que luego me mostró otra cosa: yo decía qué pasa aquí, qué pasa en esta lectura de “La negra flor”, pues estaba pasando que Enric había extraído todos los rincones posibles de esa canción, rincones que yo no conocía. Y Enric no sólo arregla, es que escribe muy bien, y comparto con él también la afición por la poesía, él es buen poeta, tiene una sensibilidad para la letra muy particular, y él vive, como me pasa a mí, la asociación entre letra y música de una manera muy particular, las vive como fenómenos muy cercanos, por lo menos próximos. Tiene una percepción realmente aguda, muy lúcida y por eso le extrae música nueva a mis canciones. Funcionó muy bien el tema este en Luz de Gas, y entonces nos planteamos hacer algunas canciones más. Enric me propuso que le dejara elegir el repertorio entre Radio Futura y Juan Perro, y le dije, “bueno, por mí, encantado”. Pero yo tenía un cierto reparo, estaba ya metido en Las malas lenguas con Luis [Auserón], haciendo versiones de otros y veía que iba a pasar mucho tiempo sin que pudiera meterme en material nuevo, que era lo que me apetecía ya. Tenía un poco de miedo a pasarme mucho tiempo versioneando, cosas de otros o nuestras, pero, por otra parte me di cuenta y se lo dije así a Enric, que iba a ser la primera vez que se iba a coger repertorio de Juan Perro junto al de Radio Futura, lo cual iba a permitir una lectura más o menos homogénea de canciones de dos repertorios que, en principio, habían nacido de forma un poco divergente. Cuando yo tiré por Juan Perro hubo mucha gente, incluso amigos, que me reprocharon haberme ido un poco lejos de lo que a ellos les gustaba de Radio Futura. Se había vivido la aventura de Juan Perro como una divergencia respecto a Radio Futura, y ésta era la ocasión de plantearse lo contrario, la posible continuidad. Eso, la verdad, es que me tentó bastante, le dije a Enric, “vale, tú haces la selección de canciones de Radio Futura y de Juan Perro, aproximadamente en el mismo número, para buscar un cierto equilibrio, y me propones”; y así lo hizo. Me propuso diez, y esos diez los estrenamos en Barcelona, en la plaza de la Catedral, la noche de la Mercè de 2006. Yo creí que iba a ser un acto cultural un poco arriesgado, pero aquello se llenó de gente que se puso a bailar, no cabía nadie en las calles adyacentes, la respuesta fue estupenda, y la Orquestra disfrutó y me lo hicieron pasar a mí de maravilla. Se produjo una sensación de “vibra”, contagiosa. Unos días después nos sentamos en las oficinas del Taller y vimos que podía dar lugar a una gira. Enric dijo, “venga, elijo cuatro temas más para completar una hora y media de repertorio y nos ponemos en marcha”. Fue paulatino, y ya para 2007 había unas catorce canciones.

Tú siempre estás abierto a experiencias, porque también ofreciste, hace unas temporadas, unos conciertos con grupo de jazz.
Sí, creo que voy a cerrar el grifo de las experiencias. Debo reconocer que son demasiadas. Recibo muchísimas propuestas de colaboración, me cuesta mucho decir que no, sobre todo a gente que viene con un planteamiento sincero y con ganas, gente a la que valoro artísticamente. Pero recibo tantas que, incluso a la gente que más aprecio y con la que me gustaría colaborar, ya por una cuestión de supervivencia propia, voy a cerrar el grifo porque no puedo más. ¡Se me han pasado cinco años en colaboraciones! La más larga con Luis en Las malas lenguas, con el Taller ya llevo dos años y no he parado de hacer colaboraciones incluso en otras lenguas. Me estoy metiendo en todo el multilingüismo del Estado [risas], he cantado en catalán, con un miedo terrible pero al final lo hice, con Marina Rosell para Pau Riba. Después del taller en La Coruña, voy a cantar un tema mío en gallego, y mañana grabo con Kepa Junkera un tema en euskera. Con lo de Leonard Cohen canté en inglés… Son cosas maravillosas, interesantes, fascinantes, pero no puedo más, se han pasado cinco años. Ahora voy a acabar esta campaña con la Orquestra, que están saliendo conciertos todavía, y vamos a dejar que se desarrolle naturalmente, lo que salga lo hacemos, pero ya tengo la cabecita puesta en mi “guitarrica” y en mi cuaderno y en ir acabando temas. Enric, que es muy listo y muy espabilado, me ha dicho, “no independices del todo tu nuevo repertorio, aunque necesites rodar en formato pequeño, de la posibilidad de que yo siga arreglando algo y que de vez en cuando hagamos algo con la Orquestra”.

Qué bueno, ¿no?
Sí, y de hecho, en el concierto que vamos a hacer en el contexto de la Expo –aunque no es de la programación de la Expo, es en el pabellón de Aragón, el 22 de junio–, será un concierto especial con la Orquestra. Porque nos pidieron algo que no fuera la rutina, si se le puede llamar así, de lo que está en gira con la Orquestra. Bueno, pues vamos a estrenar cuatro canciones que yo tenía previstas para el retorno de Juan Perro, y que las tiene Enric ya en sus manos y las está arreglando.

Me temo que, por el propio nombre de la orquesta –Original Jazz Orquestra–, mucha gente va a pensar que este repertorio, el que ha quedado en el disco, responde a arreglos jazzísticos, pero no es así.
Efectivamente, y esto conviene precisarlo. Se han juntado tres elementos: La Orquestra, una big band que viene de una escuela de música popular, independiente, a la que el Taller le ha puesto Original Jazz Orquestra porque, en el Taller, prima la línea de trabajo de la improvisación instrumental y el acercamiento del jazz con el flamenco, aunque se trabaja música popular en todos los sentidos. Los músicos están metidos en esa línea, pero si hablas con ellos uno por uno, porque son personalidades muy curiosas cada uno de ellos, ves que jazzeros no se consideran más que unos pocos, van para solistas improvisadores algunos de ellos, otros se consideran más rockeros, otros tienen intereses dentro del campo de la música culta, o de la música clásica contemporánea. A otros les interesa el desarrollo por los palos flamencos, otros están haciendo mezclas como de jazz-folk. Si hay una tónica general entre ellos, es que no tienen prejuicios respecto a la música popular, todos ellos han vivido el rock y otras músicas populares cercanas, pero, a la vez, están abiertos a desarrollarse en otras direcciones. Luego está Enric, que proviene del rollo culto, y yo vengo de la canción eléctrica popular contemporánea. Hay como tres géneros, casi tres franjas generacionales juntas, porque yo soy de una edad, a Enric casi le saco quince años y él otros quince a la media de la orquesta. Son como tres géneros juntándose, y no suena artificial. Lo que resulta imposible es decir que esto es jazz, porque no lo es; o es rock, tampoco lo es, aunque las canciones provienen del rock; o es música popular española, que es la lectura que tiene Enric. Él ha tratado el repertorio como situándolo en una perspectiva intemporal.

Hay muchos dejes…
…Hispanizantes.

Sí, buena definición.
Porque no son sólo españoles aflamencados, que hay alguno, sino que Enric está muy interesado en la lectura hispanizante en general, española y latinoamericana.

Pero, al mismo tiempo, se funden con detalles muy buenos, ligeros incluso, como esos daba-das que hacen las coristas en “Charla del pescado”.
[Risas] Sí, eso está sacado un poco de los coros televisivos de los años 60 y a su vez el tema, que en principio era una especie de reggae o cercano al raggamuffin y al rap, Enric lo ha descontextualizado un poco y lo ha llevado a una cosa como de música popular española, casi de pasodoble taurino y luego al final cierra el tema con una cita a la música tradicional catalana, que debe provenir, yo qué sé, de las coblas de Girona [risas]. Yo le he dejado plena libertad de hacer y la verdad es que me río muchísimo, todavía me sorprenden esos arreglos porque voy, concierto a concierto, descubriendo lo que hace el saxo barítono, lo que hace la sección de trompetas, lo que toca el bajo. Me voy aprendiendo los arreglos de todos los músicos y voy viendo la inteligencia con que está hecho. A los que son más sectarios en sus gustos musicales, algunas cosas les pueden molestar, pero yo lamento decir que ya me he desvinculado de esas cuestiones y que a mí la cuestión de los géneros no me concierne mucho. Provengo de donde provengo, está claro, del rock callejero, pero tengo la necesidad y la obligación de crecer en todas las direcciones posibles.


DEL ROCK Y LAS MOVIDAS

¿Sigues escuchando rock español contemporáneo?

Debo ser coherente y decir la verdad: poco, algunas cosas. Hay gente que me llama la atención, hay gente a la que siempre le descubro rasgos de calidad, de vez en cuando me sorprende alguna cosa nueva. La suerte me proporciona participar en situaciones inesperadas en las que descubro cantidad de cosas. Por ejemplo, en La Coruña, con un certamen de canciones que el Ayuntamiento propuso por Internet y con el cual, con esa selección de canciones yo he hecho un taller y me ha sorprendido ver cómo hay una transformación cultural en curso muy fuerte en Galicia que está dando canciones con chispa nueva, esa sensación que teníamos en la época de La Movida de que las canciones nacían con descaro, con sencillez pero llenas de sustancia. Eso lo acabo de vivir hace unas semanas en Galicia.

Citas La Movida, pero has vivido bastante ajeno a esta ola de “revival” que se ha dado.
Sí, sí, sí, deliberadamente me he mantenido aparte porque me parecía muy aburrido volver a hablar siempre de lo mismo. He recibido muchas propuestas y en todas me he tenido que excusar porque necesito el tiempo y las energías para hacer otras cosas.

Al margen de los regresos puntuales que se han dado y se están dando, sois sólo unos pocos músicos los que permanecéis en activo de aquella época.

Sí, hay algunos que se han mantenido y cuyos espectáculos en directo se han solidificado con el tiempo y tienen una entidad que es un valor en la música popular española. De géneros que a lo mejor a mí no me pillan cerca, pero que si paso en un festival o en una ciudad que está habiendo otro concierto y me acerco a un escenario a oír lo que hace, yo qué sé, Fangoria o Loquillo, veo profesionalidad y veo que han aguantado el paso del tiempo mucho mejor que otros. Son gente muy coherente en su directo y en su línea profesional, a lo mejor no es la música que yo practico, que ya te digo que no tengo ningún prejuicio de géneros, pero cuando paso delante de uno de estos escenarios y veo lo que están haciendo, me alegro de ver que eso se sostiene con el paso del tiempo.

¿Cómo ves el cambio de la escena en directo, con la actual proliferación de festivales?
Lo de los festivales forma parte de la necesidad adolescente de viajes y de experiencias, de vivir unos días en un medio distinto, fuera de la rutina cotidiana.

Quizás para los que tenemos una cierta edad, el medio festivalero es un tanto hostil…
[Risas] No creas, yo ahora mismo acabo de venir de Nueva Orleans, de pasarme por el Jazz Festival, con barro hasta los tobillos porque no paraba de llover, y he disfrutado como un mono. Realmente, no me pasaría tres días oyendo metal, pero oyendo rhythm and blues , un poco de zydeco, gospel, lo que queda del blues del Delta, jazz bueno, yendo de unos escenarios a otros, como pasa allí, en el Jazz Festival de Nueva Orleans, sí que me parece una propuesta muy interesante. A lo mejor, alguno de los festivales que tenemos en España, podría evolucionar en esa dirección de mezclar estilos sin complejos y para todas las edades. Es curioso, porque lo que he visto en Nueva Orleans es que todos los estilos se aproximan unos a otros, todos los estilos de la ciudad tocan unos con otros, son facetas que se contemplan y que se alimentan con reciprocidad y sin complejos. Los más selectos, o sectarios, supuestamente, que podría ser la gente del jazz, en Nueva Orleans no se comporta según el modelo del este, de los “hypsters” estilo años 40, sino que al revés, van buscando la relación con el público inmediata, dando caña, temperatura, que el público participe. Estás oyendo el jazz más “free”, más selecto, más subido de tono intelectualmente hablando, pero que está buscando el baile, la reacción del público. Para mí ha sido una experiencia positiva el verlo en su salsa.

Antes me decías que va a volver Juan Perro, ¿qué es lo que te lleva a que unos discos los firme Santiago Auserón y otros Juan Perro?
En los últimos proyectos no lo he decidido yo. Con Luis [Auserón] era evidente que, para mantener el equilibrio en la participación entre los dos, utilizáramos ambos nuestro nombre personal. Y en el caso de la Orquestra, también; me pidieron que fuera una intervención más personal. O en el caso del proyecto de [Alberto] Manzano con Leonard Cohen, él ya en los documentos que me mandaba incluía mi nombre como Santiago Auserón. Yo he dejado que la propuesta hablara por sí sola, no lo he impuesto yo como condición, y precisamente quizás eso, el que me han pedido muchas colaboraciones en estos últimos años como Santiago Auserón, me hace añorar un poco la doble personalidad de Juan Perro, porque me permite un poco de distanciamiento humorístico. Conforme pasan los años, creo que mantener el humor, aunque sea negro, en la composición incluso, y sobre todo en la vida de carretera y en el escenario y en la relación con el público, me parece un recurso indispensable. Y Juan Perro me permite un poco eso, hacer trabajo serio sin perder el humor. No sé, por el momento no sé qué pasará, cuando tenga las canciones en las manos veré cómo me encuentro.

¿Estás trabajando en nuevas canciones?
Sí, llevo trabajando en este nuevo repertorio tres o cuatro años, pero muy lento, porque se me han impuesto ritmos muy fuertes en estos últimos proyectos, ahora sí ya empiezan a rodar un poco más las canciones. Estas dos semanas que he estado en Nueva Orleans, fuera de la presión constante de los problemas, de la página web o de la salida del disco y todo eso, me han salido dos canciones nuevas. O sea, que deduzco que si me quito de en medio un poco, la cosa puede ir algo más rápida [risas].

En esta ola mundial de retornos, ¿has recibido ofertas para que regresara Radio Futura?
Sí, sí, ahora parece que se ha calmado un poco la cosa, pero durante todo el “revival” de los 80, varias veces ha habido llamadas a la oficina con esto de decir “cheque en blanco, poned vosotros el precio”.

¡¿Llegan a decir esas cosas?!
Sí, pero a nosotros nos da mucho pudor y nos tenemos que excusar: “por favor no nos digáis esas cosas, que nos da mucha vergüenza” [risas].

Sin embargo, más de uno estará solucionándose los años venideros con estos retornos.
Bueno, oye, el que funcione y el público lo ratifique, está en su derecho, no quiero meterme con nadie. Lo que sí quiero es no despistarme yo de lo que a mí me apetece hacer, pero no me meto con nadie en ese sentido.

¿Pero ninguno de los tres componentes de Radio Futura os lo habéis planteado?
No, a nivel de que espontáneamente Enrique, Luis o yo pueda surgir la idea de Radio Futura… es que padecimos mucho, tensiones muy fuertes, profesionales y personales para sostener a la vez la pretensión de hacer algo artístico y el estar en primera línea de popularidad. Fue un ejercicio muy duro. Yo creo que tal como es el medio español, si te dedicas a la popularidad, tienes que ir a por todas, entrar en publicidad, entrar a saco y llevártelo todo [risas]. Pero si no te va o no te sale naturalmente hacer ese juego, es tiempo perdido, es mejor ponerse uno límites y decir, “va, me conformo con menos”, o me conformo con lo que tenga que venir, como en este caso, en el que estamos ahora: quiero seguir haciendo canciones, quiero seguir tocando y me conformo con lo que me diga el público, y ya está.

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