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El Sonido lo cura todo

El Sonido lo cura todo Leser-Lasario y el mágico mundo del Sonido (Texto sacado del weblog: iberaldea.blogia.com)

Leser-Lasario nació en Viena. Su salud fue muy delicada desde su más tierna edad. Era estudioso en exceso, y sus padres, para quienes eso era una virtud, pusieron a su disposición una gran cantidad de libros, lo que terminó de arruinar su salud.

A los dieciocho años sus males empeoraron. Sufría, entre otras cosas, de reumatismo articular agudo y los médicos consideraban que su caso era desesperado. Pensó que ya no tenía nada que hacer, hasta que descubrió las virtudes del sonido regenerador y del soplo vital.

Nos cuenta: “Un día, nuestro vecino trajo a su bebé a nuestra casa para que mis padres lo cuidaran por unas horas. La presencia de un niño con buena salud me hizo olvidar por algun tiempo mis propios sufrimientos. Acostado de espaldas, el bebé miraba el techo balbuceando lah…lah…lah… Le pedí a la sirvienta que lo desvistiera y lo pusiera en mi lecho, cerca de mí, y ella lo hizo. Levantándome con dificultad, mis ojos hambrientos contemplaron con avidez el hermoso cuerpecito, como una criatura divina perfecta, y lo comparaba con el mío, feo, enfermo, que me causaba tanto desagrado.

“El bebé, después de haberme mirado un instante, retomó su muy seria ocupación y continuó cantando sus lah…lah…lah… Era delicioso; yo retenía mi aliento para escucharlo mejor. Observé entonces que cada lah hacía vibrar mis tres costillas superiores. Intrigado, hice la prueva yo mismo con el mismo resultado. ¡Era apasionante! Hice lo mismo con el poh…poh…poh… y cada vez sentía la vibración más abajo en el abdomen”.

Para Leser-Lasario varias cosas eran evidentes. Primero, cada sonido revelaba una disposición del ánimo, cierta actitud mental, y el niño era visiblemente feliz. Segundo, el efecto vibratorio era muy acentuado. Tercero, el bebé repetía lah…lah…lah… sin retomar aliento, hasta que sus pulmones estaban totalmente vacíos. Y cuarto, después de una gran inspiración, retenía su respiración con los pulmones llenos contrayendo de manera regular y prolongada sus músculos abdominales, con una breve retirada del diafragma hacia arriba, antes de retomar sus lah…

El joven Leser-Lasario imitó al niño: acostado de espaldas como un bebé, confiando en la naturaleza, se puso a vocalizar durante horas sonidos monótonos. “Al comienzo, no aguantaba mucho tiempo, tenía vértigos, pero poco a poco lo logré. Intentaba siempre hacer corresponder la actitud mental con el sonido emitido. El iiii era luminoso y alegre, el oooo más grave y oscuro, sin ser triste”. Después de algunas semanas, todas sus funciones se armonizaron poco a poco y su reumatismo cedió. Los sonidos producían invariablemente efectos bien definidos, netos y localizados. Los iii liberaban mucho moco de la garganta y los bronquios.

Leser-Lasario se preguntaba si era la respiración, combinada con la vibración, o la modificación del clima emocional interior lo que regularizaba la situación. Si al principio se interrogaba, treinta años más tarde, después de haberse curado completamente él mismo, así como a miles de otros, estaba convencido de que combinando la respiración y los sonidos se podían enviar a voluntad la sangre a cualquier parte del cuerpo. Sabía también que las vibraciones sonoras actúan sobre el sistema simpático y sobre las glándulas endocrinas. Láser-Lasario, coincidiendo sin saberlo con el tantra, decía: “sería audaz quien osara fijar límites al poder de los sonidos y a su utilización”.

También su método de emisión coincide con el tantra: “primero hay que imaginar la vocal, imaginarla emocionalmente, luego cantarla. Cada una tiene su propio campo de acción: la I vibra hacia lo alto, hacia la laringe, la nariz y la cabeza, y disipa las migrañas; la E actúa sobre la garganta, las cuerdas vocales, la laringe, la tiroides (Leser-Lasario pretende haber curado así numerosos bocios); la A actua sobre el esófago, las tres costillas superiores y los lóbulos pulmonares superiores (combate la tuberculosis); la O actúa sobre el centro del tórax y diafragma (nutre y tonifica el corazón); la U actúa sobre todas las vísceras abdominales, el estómago, el hígado, el intestino y las gónadas”.

Extractado del libro: TANTRA, el culto de lo Femenino de André van Lysebeth.

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